Relatos traviesos para jóvenes inquietos (ePub)

Estos relatos de la pluma de Nauro Torres Quintero, quien nos comparte retazos de su quehacer pedagógico, invitan, a quienes hace tiempo dejaron atrás los años mozos del bolero y la milonga, a hacer remembranzas y dejarse tocar por la nostalgia. A su vez, son, para quienes los están disfrutando y se aventuran a descubrir, una amalgama de historias paralelas, signadas con tristezas, alegrías, amores, desventuras y los mil y un periplos que el destino puede imponer en la fragilidad de la vida.

En RELATOS TRAVIESOS PARA JÓVENES INQUIETOS, Nauro Torres Quintero, presenta personajes con historias cotidianas, que intrigan y conmueven, como:

"Elizabeth, la niña más odiosa del colegio", que sabiéndose querida, no fue generosa en sus afectos;

"Las cuatro Velas" es el testimonio Elmer Martínez Bareño, oriundo de la vereda Campo hermoso de La Belleza, Santander, quien encara y se subleva ante el destino.

"La niña de la ciudad", Cristina, nacida en la vereda Jarantivá de Puente Nacional, que cada semana transporta en cajas de madera y canastos...quesos, frutas, aves, almojábanas y mogollas de trigo.

"El viejo y sus cuatro amores": El viejo campesino querendón que ama a cuatro mujeres a quienes complace y añora con tenerlas cerca, así sea, solo en el corazón;

El joven que se encuentra a sí mismo en un examen de conciencia y arrepentimiento para alcanzar el perdón por sus omisiones y pecados adolescentes.

"El cielo es de chocolate". El abuelo y su mascota, Chocolate, quienes se fueron el mismo día, a la misma hora.

Rafael, el incomprendido, rebelde y valiente muchacho que desafía prejuicios y se permite ser feliz.

La maestra citadina que abandona los niños y su hermosa escuela de campo.

Y Saulo, el niño que tiene un romance con los trenes y las locomotoras, el mismo que habla con las ranas y las ratas y que después de muchos ires y venires se hace huésped eterno de la quebrada Negra.

RELATOS TRAVIESOS PARA CHICOS INQUIETOS permite corroborar que, cuando se ha vivido plenamente, como Nauro, escribir resulta un acto comunitario, en el que se comparten recuerdos que de alguna manera iluminan y marcan este trasegar que llamamos vida.